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Y el único admirado por la rareza de todo eso es un extraño que se pregunta si, al ser accidental testigo, no estará participando de un milagro.

Yasunari Kawabata. El sonido de la montaña

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Kikuko era para él una ventana que permitía la entrada de la luz en una lóbrega casa.

Yasunari Kawabata. El sonido de la montaña

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Las grullas blancas del pañuelo de la joven Inamura volaron en el sol de la tarde, que todavía estaba en sus ojos.

Yasunari Kawabata. Mil grullas