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Usualmente, esa operación de lavarme la cara y ponerme los pantalones me ocupa una buena parte de la mañana, mientras el minutero del reloj corre en forma disparatada y yo me esfuerzo por aclarar mi pensamiento entre las imágenes furtivas de los sueños.

Mario Levrero. Fauna

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No encontré nada ni remotamente parecido a lo que exigía mi imaginación.

Mario Levrero. Fauna

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Un muchacho con un particular sentido del humor: le gustaba complicar las relaciones humanas.

Mario Levrero. Fauna

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Debo caligrafiar. De eso se trata. Debo permitir que mi yo se agrande por el mágico influjo de la grafología. Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo.

Mario Levrero. El discurso vacío

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Y más que eso, mucho más que eso, quiero entrar en contacto conmigo mismo, con el maravilloso ser que me habita y que es capaz, entre muchos otros prodigios, de fabular historias o historietas interesantes.

Mario Levrero. El discurso vacío

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Llega mi mujer a fastidiar. Es tremendamente celosa de mi soledad; no hay caso de que alguna vez me vea concentrado en algo distinto de ella, que no trate por algún medio de desconcentrarme, hacerme perder el hilo, el clima, desparramar mis jugos cerebrales en todas direcciones. En mi experiencia, se trata de una ley general.

Mario Levrero. El discurso vacío

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La Vida, con su propia lógica, sus propios anhelos y necesidades, transcurre en alguna parte, pero no aquí. Aquí transcurre la improductiva soledad del preso, el frío interior que el verano no disipará.

Mario Levrero. El discurso vacío