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—Sí —dijo Chick—. Sin embargo, no se fue. Entonces dije: “Yo voy hacia allí”, y ella dijo: “Yo no”, y agregó: “Yo voy hacia allí”.
—Es extraordinario —aseguró Colin.
—Entonces contesté: “Yo también”. Y estuve en todos los lugares donde estuvo ella.

Boris Vian. La espuma de los días

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Hablaba con dulzura a las chicas y con alegría a los chicos. Casi siempre estaba de buen humor; el resto del tiempo dormía.

Boris Vian. La espuma de los días

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Y se besaron de nuevo. La noche se acercaba. Los vio y se detuvo antes de llegar a ellos, para no molestarlos.

Boris Vian. La hierba roja

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—Las lámparas se mueren —dijo Chloé—. Y, además, las paredes encogen. Y esa ventana también.

Boris Vian. La espuma de los días

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Él la estrechó con más fuerza entre sus brazos. Ella era tibia y olorosa. Un frasco de perfume que salía de una caja acolchada de blanco.

Boris Vian. La espuma de los días

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—Ya te he dicho que te amaba al por mayor y al detall...
—Entonces, detalla —dijo Chloé abandonándose en los brazos de Colin, mimosa como una culebra.

Boris Vian. La espuma de los días

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Su corazón latía muy aprisa, como si estuviera apretado dentro de una cáscara demasiado dura. Colin pasó el brazo en torno a Chloé y tomó el grácil cuello entre sus dedos, bajo los cabellos, como se coge a un gatito.
—Sí —dijo Chloé escondiendo la cabeza entre los hombros, porque Colin le hacía cosquillas— tócame, me da miedo estar sola...

Boris Vian. La espuma de los días

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Chloé tenía los labios rojos, los cabellos castaños y aspecto de felicidad, y su vestido tenía buena parte de la culpa.

Boris Vian. La espuma de los días

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El argumento es totalmente verdadero porque lo imaginé de cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, esencialmente, en una proyección de la realidad, dentro de una atmósfera oblicua y recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y sometido a distorsiones.

Boris Vian. La espuma de los días

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Oliver iba dando traspiés, porque sus ojos iban pensando en otra cosa.

Boris Vian. El otoño en Pekín

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Algunos insectos zumbaban al sol, ocupados en tareas indeterminadas, algunas de las cuales consistían en rápidos giros sobre sí mismos.

Boris Vian. La espuma de los días