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Los  horarios de la vida deberían prever un momento, un momento preciso del día, para que uno pudiera compadecerse de su suerte. Un momento específico. Un momento que no estuviera ocupado por el curro, ni por el rancho, ni por la digestión; un momento perfectamente libre, una playa desierta donde poder medir cómodamente la extensión del desastre.

Daniel Pennac. La felicidad de los ogros

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