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—El descanso, mi pequeña, no es echarse por ahí a no hacer nada, el descanso consiste en estar haciendo algo que lo llene a uno de felicidad.
—Ya lo sé —dijo Selene.
Y era cierto que lo sabía. Ella sentía eso cuando actuaba. Para muchos, subirse al escenario y ser otro u otra durante una función o un ensayo era un trabajo, a veces agotador. Para ella también, sí, era un trabajo, pero con el agregado de que haciéndolo se sentía tan feliz como si hubiera ganado la lotería o estuviera nadando en un mar azul cerca del trópico, o escalando una montaña para llegar a las nieves allá arriba, o como si se estuviera enamorando.

Angélica Gorodischer. Tres colores

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