A la caída de la tarde la actividad remitió. Fueron disminuyendo las idas y venidas y cundió una especie de sopor, como si empezáramos a instalarnos en la desgracia. Había quien se ocupaba de mantenernos dentro de la normalidad, de que los niños cenáramos a una hora adecuada y nos ducháramos como de costumbre. Yo no comprendía que mi madre se empeñara en mantener la rutina en esas circunstancias.
Pilar Mateos.
El vidente
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