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Quien regresa de un viaje aún lleva consigo las distancias recorridas como alas extendidas, hasta el instante en que introduce la llave en la cerradura de su puerta. Entonces las alas se pliegan de nuevo y uno vuelve a estar en casa, como en el punto central de un infranqueable anillo de acero en el horizonte. En el momento en que alguien cierra la puerta tras de sí, ya no puede imaginarse haber estado nunca fuera. Todo está como lo dejó: el recibidor, la escalera, la barandilla.

Harry Mulisch. El descubrimiento del cielo

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