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Se emocionó, claro, sin lágrimas, pero se emocionó, se hubiera notado si en ese momento habría intentado pronunciar cualquier palabra, la más corta de todas, la más banal, un Sí, un Hola, un Bueno, cualquiera de esas palabras hubiera sonado desafinada.

Iosi Havilio. Estocolmo

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